Feliz Pascua de Pentecostés
mayo 23, 2015 § Deja un comentario
El día de Pentecostés, cincuenta días desde la Resurrección del Señor, los apóstoles se encontraban por enésima vez en el Cenáculo, escondidos, por miedo a los judíos. No habían tenido el valor y la fortaleza -uno de los siete dones del Espíritu Santo-, para ser testigos del acontecimiento más importante de su fe, la Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo. Al menos esto se relata en los Hechos de los Apóstoles y en algunos evangelios apócrifos. Pero la Promesa de Jesucristo, Quien no defrauda, hecha a los apóstoles en varias de sus apariciones después de resucitar de entre los muertos, y el mismo día de Su gloriosa Ascensión a los Cielos, misterio en el cual, como expresa tan bien la liturgia católica latina, la condición humana ha sido tal altamente enaltecida, no podía no cumplirse. Era necesario que la Persona de Jesús ascendiera a los Cielos para que pudiera interceder por nosotros, una vez vencedor del pecado y de la muerte, con Sus llagas gloriosas ante el Padre celestial, nuestro Padre también. Pero Jesucristo también se quedó con nosotros, como recordaremos los católicos en la Solemnidad del Corpus, aunque de forma oculta y misteriosa, en Su presencia real en el Misterio de la Eucaristía. Una vez hubo ascendido el Señor a lo más alto del Cielo, quizá alguno de los discípulos de Jesús sintiera, como yo he sentido más de una vez contemplando esa Fiesta, algo de tristeza o desamparo: ¿nos dejas, Señor? Imagino a Jesús hablando al corazón de sus discípulos de esta manera, o de una manera parecida: -No, no os dejo, os envío al Paráclito, al Defensor, que desde hace tanto tiempo os había prometido, y con Él, que es Dios conmigo junto con el Padre, os doy la fortaleza necesaria para que seáis testigos míos hasta que yo vuelva en la consumación de los tiempos. Y sabed que yo estoy vosotros, todos los días, hasta el fin del mundo (Mt 28, 20).
¡RECIBID EL ESPÍRITU SANTO! A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados. A quienes se los retengáis, les quedan retenidos (Jn 20, 22-23)
PRIMERA LECTURA
Se llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar
Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 2, 1-11
Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en el mismo lugar. De repente, un ruido del cielo, como de un viento recio, resonó en toda la casa donde se encontraban. Vieron aparecer unas lenguas, como llamaradas, que se repartían, posándose encima de cada uno. Se llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar en lenguas extranjeras, cada uno en la lengua que el Espíritu le sugería.Se encontraban entonces en Jerusalén judíos devotos de todas las naciones de la tierra. Al oír el ruido, acudieron en masa y quedaron desconcertados, porque cada uno los oía hablar en su propio idioma. Enormemente sorprendidos, preguntaban:
-« ¿No son galileos todos esos que están hablando? Entonces, ¿cómo es que cada uno los oímos hablar en nuestra lengua nativa?
Entre nosotros hay partos, medos y elamitas, otros vivimos en Mesopotamia, Judea, Capadocia, en el Ponto y en Asia, en Frigia o en Panfilia, en Egipto o en la zona de Libia que limita con Cirene; algunos somos forasteros de Roma, otros judíos o prosélitos; también hay cretenses y árabes; y cada uno los oímos hablar de las maravillas de Dios en nuestra propia lengua.»
Palabra de Dios.
Himno de invocación al Espíritu Santo
Ven Espíritu Santo, envía tu luz desde el cielo. Padre amoroso del pobre; don, en tus dones espléndido; luz que penetra las almas; fuente del mayor consuelo.
Ven, dulce huésped del alma, descanso de nuestro esfuerzo, tregua en el duro trabajo, brisa en las horas de fuego, gozo que enjuga las lágrimas y reconforta en los duelos.
Entra hasta el fondo del alma, divina luz y enriquécenos. Mira el vacío del hombre si Tú le faltas por dentro; mira el poder del pecado cuando no envías tu aliento.
Riega la tierra en sequía, sana el corazón enfermo, lava las manchas, infunde calor de vida en el hielo, doma el espíritu indómito, guía al que tuerce el sendero.
Reparte tus Siete Dones según la fe de tus siervos. Por tu bondad y tu gracia dale al esfuerzo su mérito; salva al que busca salvarse y danos tu gozo eterno.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
Amén.
Salmo 104: R. Envía tu Espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra.
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Meditación del Padre Esteban, de la Renovación Carismática, sobre el Misterio de Pentecostés:
Mensaje de la Comisión Episcopal de Pastoral con motivo de la Pascua del Enfermo (RB)
mayo 10, 2015 § Deja un comentario
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Jornada Mundial del Enfermo y Pascia del Enfermo 2015.Porque (…) estaba enfermo y me visitásteis (Mt 25, 35; 36)
Porque (…) estaba enfermo, y me visitasteis (Mt 25, 35; 36)
Hoy, VI Domingo de Pascua, la Iglesia Universal ha celebrado y sigue celebrando, allende la mar océana, la Pascua del Enfermo, con motivo de la Jornada Mundial del Enfermo. Son muchos los templos en los que se ha impartido, en Misas especiales o en celebración colectiva o individual, el Sacramento de la Unción de los Enfermos. Sacramento que, sobre todo después del Concilio Vaticano II, no se reserva sólo para los enfermos terminales -para eso está el Viático-, sino para todos los enfermos graves en el sentido más amplio de la palabra. Es curioso observar cómo la liturgia latina de la Iglesia Católica ha mantenido, en el rito de administración de la Santa Unción, las palabras de la Carta de Santiago. Gracias, Señor, por este Domingo y por tanta Misericordia.
En nuestras sociedades ricas, los enfermos, pequeños y mayores, son descuidados brutalmente por las dinámicas sociales y por lo que, expresado en un lenguaje propio de la teología moral católica, el gran papa San Juan Pablo II denominara “estructuras de pecado”. Y es que el pecado, en sus formas más graves, incluidos los pecados de indiferencia y omisión culpables -recordemos el pasaje del Génesis (cfr. Gn 4, 9): “¿Qué haces tú por tu hermano?”- son la peor enfermedad.
Tovavía resuenan en mi mente los ecos del discurso pronuncionado por S. S. el papa Francsico en el Parlamento Europeo: “Una de las peores enfermedades que constato en esta Europa es la soledad”. Y es que la salud en algo más complejo de lo que el mundo entiende, si bien por no ello no necesariamente objetivable, sino precisamente por ello, subjetivizable e individualizable hasta el máximo.
Y es que, como han tenido y siguen teniendo en cuenta, gracias a Dios, grandes Médicos, “no hay enfermedades, sino enfermos”. Porque con la salud y la enfermedad, lo que está en juego es la salud de la persona, única e irrepetible con su circunstancia mórbida, e inmersa en un contexto social “enfermo”, en el sentido de orientado hacia valores nocivos para la persona, el cual influye, como no puede ser de otra manera, sobre la salud de todos y cada uno de los individuos que la integran.
En una bonita definición de salud de la Organización Mundial de la Salud, ésta destacó tres aspectos, al mismo nivel, de la salud de las personas: salud física; salud psíquica o mental; y salud social. Todas estas dimensiones de la salud son importantes, pues sin una sola de ellas, el “sujeto” -prefiero el término no clínico persona-, no puede alcanzar la salud, tal y como es entendida por una de las muchas definiciones de la OMS: como el estado de completo bienestar físico, psíquico y social del individuo. Aunque yo añadiría, de acuerdo con mi concepción socioantropológica del ser humano y de su posición en el mundo, cristina y humanista, “de acuerdo con las posibilidades que la persona pueda alcanzar”. Posibilidades que muchas veces vienen de serie, pero que otras son negadas por la cultura del descarte denunciada por el papa Francisco, que niega a los débiles, a los enfermos, a los excluidos, a los marginados, su dignidad de personas. Esto es algo grave, amigos. Y los cristianos, creyentes de otras confesiones o credos colectivos o individuales, y todas las personas de buena voluntad, debemos esforzarnos por atender con un trato auténticamente humano al enfermo.
Que los profesionales sanitarios, entre otros, como figuraba en la dedicatoria de mi tesis doctoral sobre consentimiento y Derecho, sepan tratar al enfermo como un ser humano libre, y al mismo tiempo necesitado. Porque la atención a los enfermos es una de las mayores bienaventuranzas y obras de misericordia, no sólo corporales, sino integrales, que podemos realizar por amor, y conforme hayamos ayudado, nosotros creemos que seremos juzgados en el atardecer de la vida, recordando a San Juan de la Cruz, en el Amor. Para que podamos escuchar, en palabras del propio Jesucristo, aquella maravillosa promesa hecha para todos y cada uno para el fin de los tiempos. Aquellas palabras que fueron pronunciadas por Jesús en un lenguaje sencillo, y que Él mismo quiso que quedaran plasmadas en el Evangelio de Mateo 25, 34-35, con el deseo, que es al mismo tiempo misteriosa realidad natural y sobrenatural, humana y divina, de que reconozcamos en el hermano enfermo y necesitado el mismo rostro de Jesucristo Nuestro Señor: “Venid, benditos de mi Padre, y heredad el reino preparado para vosotros desde antes de la creación del mundo. Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, era inmigrante y me acogisteis, estaba desnudo y me vestisteis, estaba enfermo y me visitasteis, estaba encarcelado y vinisteis a verme”.
Por Pablo Guérez Tricarico, Phd
Doctor en Derecho
Colegiado ICAM 97.901
Hijo de Dios, por su entrañable Misericordia, desde el 19/5/1979
SALUD Y SABIDURÍA DE CORAZÓN
Jornada Mundial del Enfermo y Pascua del Enfermo
Domingo 10 de mayo de 2015
1. Quien vive la Pastoral de la Salud sabe que su lenguaje propio es el del corazón. Vivir el sufrimiento o acompañarlo toca el corazón. Esta Campaña de Pastoral de la Salud 2015 nos invita precisamente a contemplar el corazón de Cristo ante quien sufre, y su vivencia del sufrimiento. Si nos dejamos empapar por sus actitudes cambiará también nuestra mirada sobre el enfermo, y transformará nuestro corazón con esa sabiduría de Dios que está “llena de compasión” (Sant. 3, 17).
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Informe Cáritas con el Empleo 2014 con ocasión del 1 de Mayo, Día internacional de los trabajadores
abril 30, 2015 § Deja un comentario
El provocativo lema de Caritas Española para la campaña contra el paro de este año es el siguiente: “Busco trabajo. Lo que sea”. El que escribe poco tiene que añadir a lo señalado por esta dignísima organización. Me remito, por tanto, al texto de Cáritas para la campaña. En cuanto a mí, “una sola cosa pido al Señor: habitar en su Casa por los días de mi vida”.
“Durante este curso resuena permanentemente en nosotros la pregunta ¿qué haces con tu hermano? ( Gn 4, 9), que nos interpela sobre quién es realmente el otro, quién es la persona para nosotros, cuál es su dignidad, y cómo acompañamos y cuidamos al que está situación de necesidad o de desventaja social. Y ante esta pregunta la Campaña Contra el Paro de Cáritas Madrid contesta diciendo “Defiende un trabajo digno”. Con ella se nos invita a construir una fraternidad comprometida, que no sólo nos lleva a acoger y acompañar a las personas que en estos momentos están pasando por una situación de desempleo, sino que nos urge a defender un trabajo digno.
En esta campa se nos invita a defender un trabajo digno, no se puede consentir que las personas ante su situación de desesperación, por la falta de empleo, lleguen a decir: “Busco trabajo. Lo que sea”. Y, por supuesto que la sociedad permita que estén ofreciendo trabajos que no sean lo suficientemente dignos. Nos invita a relfexionar sobre lo que está aconteciendo en el mundo laboral. Nos invita a favorecer y crear trabajo digno en nuestro entorno, llevándonos a discernir qué podemos hacer desde nuestro propio ser de trabajadores, familia, comunidad…
Todos, a nivel personal e institucional, somos corresponsables en esta realidad que deseamos transformar“.
Hasta aquí las palabras oficiales de Caritas. Por mi parte, poco más que añadir. Recordad mi condición de parado de larga duración y altamente cualificado, Doctor en Ciencia Jurídica e incapaz de encajar en una sociedad enferma que me dice que el enfermo soy yo. No me voy a rendir a ese discurso. Por mi propia dignidad. Feliz Día del Trabajo y arriba a las organizaciones que, tradicionalmente, desde la Izquierda democrática, han defendido el derecho al trabajo digno de hombres y mujeres. Con ellas quiero gritar alto: ¡Feliz Día del Trabajo! ¡Pan, Trabajo y Justicia! ¡Feliz 1 de Mayo!
Fdo.: Dr. Pablo Guérez Tricarico
Ex Profesor de Derecho Penal de la Universidad Autónoma de Madrid y del Colegio Universitario “Cardenal Cisneros”
Acreditado para Plazas de Profesorado universitario permanente por la Agencia de Calidad, Acreditación y Prospectiva de la Comunidad de Madrid (ACAP)
Miembro del Instituto de Ciencias Forenses y de la Seguridad de la UAM (ICFS-UAM)
Colegiado ICAM 97901
Desempleado y demandante de empleo inscrito en el Servicio Público de Empleo de la Comunidad de Madrid desde el 28/7/2011. Razón: Universidad Autónoma de Madrid, Rectorado. Calle Einstein, no. 1, 28049 Madrid.
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Signed by: Pablo Guérez Tricarico, PhD
Ex Professor of Criminal Law of the Autonomous University of Madrid and of the Universitary School “Cardenal Cisneros”
Tenured as Professor of Criminal Law received by the Quality, Accreditation and Prospective Agency of the Region Madrid
Member of the Institute of Forensic Sciences and Security of the Autonomous University of Madrid (ICFS-UAM)
Referee of hon. Attorneys Council of Madrid n. 97901
Unemployed and seeking employment registered on the Public Employment Service of the Region Madrid since 28/7/2011. Reason: Autonomous University of Madrid, Rector. Einstein Street, n. 1, 28049 Madrid.
Informe Cáritas con el Empleo 2014, con ocasión del 1 de Mayo, Día internacional de los trabajadores by Ennio Morricone, American Federation of Labor, Hermandades del Trabajo, Cáritas Madrid, Justicia y Paz, Pablo Guérez Tricarico, PhD is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial 4.0 Internacional License.
Puede hallar permisos más allá de los concedidos con esta licencia en preguntar via pablo.guerez@gmail.com, pablo.guerez@uam.es, @pabloguerez
La Declaración de la Organización Internacional del Trabajo sobre la justicia social para una globalización justa (2008) va de la mano de la Declaración del Milenio (2000). Esta propuesta de Trabajo Decente de la OIT, en un contexto de globalización justa, es esencial para la realización de dichos objetivos comunes porque cada uno de los ocho ODM tienen que ver con la forma en que el empleo decente y productivo, la erradicación del hambre, el acceso a la salud, la protección social, los derechos en el trabajo y el diálogo contribuyen a cristalizar los objetivos y a restaurar la dignidad de las personas empobrecidas y desempleadas.
Cáritas –ha presentado el informe Cáritas con el Empleo 2014 (ver aquí)- propone tomar conciencia de que nuestro mercado laboral sigue cerrando sus puertas a algunos colectivos, especialmente los jóvenes, las mujeres, los parados de larga duración, los mayores de 45 años…
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El encuentro entre Jesús Resucitado y María Magdalena
abril 7, 2015 § Deja un comentario
El Evangelio de este Martes, Solemnidad del Martes de la Octava de Pascua, nos presenta el encuentro entre el Señor resucitado, en cuerpo, alma y divinidad gloriosos, y María Magdalena, una de sus más fieles discípulas.
Siempre me ha conmovido este pasaje del Evangelio de Juan, lleno de amor y ternura. Es un texto en el que el Señor se vuelve a encontrar con María de Magdala, a la cual había liberado de su vieja condición de pecadora, y esta vez le comunica su gloria, manifestada por su resurrección, pero que sólo podremos vislubrar sumergiéndonos en el misterio con los ojos de la fe, y que no llegaremos plenamente a comprender hasta que hayamos llegado a nuestra propia Pascua, es decir, a nuestro paso, tras la muerte, a un tipo de vida completamente nueva. La aparición de Jesús, ya resucitado, en la gloria de un cuerpo inmortal, hace que ni siquiera sus discípulos lo reconozcan “a primera vista”, pues, como hemos dicho, en la resurrección se trata de algo completamente distinto, y que prefigura la nueva humanidad que Cristo nos ha regalado a todos tras su muerte y resurrección, lo que hace dudar a la Magdalena de la realidad de esta última. De hecho, en un primer momento María no le reconoce y le confunde con el jardinero. Mas por sus palabras le reconoce y se postra ante Él adorándolo como Maestro: ¡Rabboní!
A continuación, por su belleza tanto literaria como espiritual, reproduzco el pasaje del Evangelio de Juan, seguida de una meditación a cargo del Padre Antoni ORIOL i Tataret (Vic, Barcelona).
Evangelio (Jn 20, 11-18): “En aquel tiempo, estaba María junto al sepulcro fuera llorando. Y mientras lloraba se inclinó hacia el sepulcro, y ve dos ángeles de blanco, sentados donde había estado el cuerpo de Jesús, uno a la cabecera y otro a los pies. Dícenle ellos: «Mujer, ¿por qué lloras?». Ella les respondió: «Porque se han llevado a mi Señor, y no sé dónde le han puesto». Dicho esto, se volvió y vio a Jesús, de pie, pero no sabía que era Jesús. Le dice Jesús: «Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?». Ella, pensando que era el encargado del huerto, le dice: «Señor, si tú te lo has llevado, dime dónde lo has puesto, y yo me lo llevaré». Jesús le dice: «María». Ella se vuelve y le dice en hebreo: «Rabbuní», que quiere decir “Maestro”». Dícele Jesús: «No me toques, que todavía no he subido al Padre. Pero vete donde mis hermanos y diles: ‘Subo a mi Padre y vuestro Padre, a mi Dios y vuestro Dios’». Fue María Magdalena y dijo a los discípulos que había visto al Señor y que había dicho estas palabras”.
Meditación: Fue María Magdalena y dijo a los discípulos que había visto al Señor
Hoy, en la figura de María Magdalena, podemos contemplar dos niveles de aceptación de nuestro Salvador: imperfecto, el primero; completo, el segundo. Desde el primero, María se nos muestra como una sincerísima discípula de Jesús. Ella lo sigue, maestro incomparable; le es heroicamente adherente, crucificado por amor; lo busca, más allá de la muerte, sepultado y desaparecido. ¡Cuán impregnadas de admirable entrega a su “Señor” son las dos exclamaciones que nos conservó, como perlas incomparables, el evangelista Juan: «Se han llevado a mi Señor, y no sé dónde le han puesto» (Jn 20,13); «Señor, si tú te lo has llevado, dime dónde lo has puesto, y yo me lo llevaré»! (Jn 20,15). Pocos discípulos ha contemplado la historia, tan afectos y leales como la Magdalena.
No obstante, la buena noticia de hoy, de este martes de la octava de Pascua, supera infinitamente toda bondad ética y toda fe religiosa en un Jesús admirable, pero, en último término, muerto; y nos traslada al ámbito de la fe en el Resucitado. Aquel Jesús que, en un primer momento, dejándola en el nivel de la fe imperfecta, se dirige a la Magdalena preguntándole: «Mujer, ¿por qué lloras?» (Jn 20,15) y a la cual ella, con ojos miopes, responde como corresponde a un hortelano que se interesa por su desazón; aquel Jesús, ahora, en un segundo momento, definitivo, la interpela con su nombre: «¡María!» y la conmociona hasta el punto de estremecerla de resurrección y de vida, es decir, de Él mismo, el Resucitado, el Viviente por siempre. ¿Resultado? Magdalena creyente y Magdalena apóstol: «Fue María Magdalena y dijo a los discípulos que había visto al Señor» (Jn 20,18).
Hoy no es infrecuente el caso de cristianos que no ven claro el más allá de esta vida y, pues, que dudan de la resurrección de Jesús. ¿Me cuento entre ellos? De modo semejante son numerosos los cristianos que tienen suficiente fe como para seguirle privadamente, pero que temen proclamarlo apostólicamente. ¿Formo parte de ese grupo? Si fuera así, como María Magdalena, digámosle: —¡Maestro!, abracémonos a sus pies y vayamos a encontrar a nuestros hermanos para decirles: —El Señor ha resucitado y le he visto
Padre Antoni ORIOL i Tataret.
¡CRISTO RESUCITÓ, ALELUYA! FELIZ PASCUA A TODOS
abril 5, 2015 § Deja un comentario
¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? (Lc 24, 5)
¿Venís a buscar al Crucificado? No está aquí: Ha resucitado (cfr. Mc 16, 6)
Feliz Pascua a todos en la alegría de Nuestro Señor Jesucristo Resucitado, vencedor del pecado y de la muerte y dispensador de la nueva y eterna vida que no cesa para todo el que quiera acogerla.
Como recientemente ha expresado el papa Francisco, ninguna teología es capaz de explicar completamente a la manera humana el Amor que Dios ha tenido y tiene por nosotros, cuya manifestación más gloriosa encontramos en el Misterio incomprensible de la Resurrección de Jesús. La afirmación del Pontífice debe ser entendida correctamente, en el sentido no de negar valor a las disquisiciones teológicas, sino en el de poner el acento en la subordinación de la lógica humana, incluso teológica, a la apertura del corazón, dispuesto a recibir el Misterio por excelencia: la respuesta a “la Pregunta” o “el Problema por antonomasia”, cual es la pregunta sobre la vida y la muerte, sobre lo divino y lo humano, sobre nuestro sentido y nuestra felicidad. Todas estas cuestiones se unen en misteriosa comunión en el Exultávit pascual a la luz del Cirio Pascual encendido esta misma noche, mientras se escuchan acordes que rezan frases como “Ésta es la noche de la que estaba escrito: “será la noche clara como el día, el día claro como la noche”; o “¡qué noche tan dichosa, donde se unen el cielo con la tierra, lo humano y lo divino!”. Así, el Misterio de la Resurrección, nos enseña a través de la teología, de la liturgia y del culto la verdad última sobre la muerte y sobre los enemigos de la humanidad: que la muerte no tiene la última palabra. Y como no la tuvo para Jesús, tampoco la tendrá para nosotros, pues el Amor triunfa sobre la muerte. El mensaje de la Resurrección pascual nos enseña que Dios es un Dios de amor, y que, como dicen las escrituras, es un Dios de vivos, y no de muertos. El triunfo del amor y de la vida es lo que celebramos en la Pascua cristiana, que en su acepción originaria judía significa paso; pero en esta ocasión se trata del paso definitivo hacia una vida nueva, a la vida nueva. Una vida eterna, incomprensible, misteriosa, que ya ha comenzado, y aunque no entendamos, podemos en ocasiones vislumbrar como la gran promesa de Nuestro Señor Jesucristo. Él, con su muerte, ha vencido al mundo y a nuestra muerte, y resucitando, nos ha dado la vida propia de la comunión con la Santísima Trinidad: la vida nueva que brota del Amor que, como proclamabael poeta Dante Alighieri, mueve el Sol y las demás estrellas.
Como el año pasado, agradeciéndoos las constantes visitas a mi humilde blog desde todos los rincones de la Tierra, os envío un mensaje de comunicación pascual en casi todos los idiomas de los países de los que me han visitado, como muestra de gratitud y reconocimiento.
En expresión inglesa:
Pacea să fie cu voi: doresc cu toată inima mea un Paste fericit si plin de bucurie și veselie pascal. Hristos a înviat, Aleluia!
En expresión ucraniana:
ฉันต้องการพร้อมด้วยหัวใจของฉันมีความสุขวันอีสเตอร์และวันอีสเตอร์เวลาที่มีความสุขและความสุขพระเยซูคริสต์ได้ลุกขึ้นทหารชรา

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A TODAS LAS PERSONAS FALLECIDAS EN EL ACCIDENTE AÉREO DE LOS ALPES, IN MEMORIAM. SIGNORE DELLE CIME, ACCOGLILE.
abril 4, 2015 § Deja un comentario
Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos recibirán misericordia (Mt 5, 7)
A los fallecidos en el accidente aéreo en los Alpes, IN MEMORIAM, a sus familiares, allegados y amigos
En estos tiempos de gracia que discurren entre la SemanaSanta y la Pascua, es mi intención realizar en este blog una humilde contribución de homenaje a las víctimas del vuelo de Germanwings A320 que se estrelló en los Alpes franceses el pasado 24 de marzo, así como expresar mi solidaridad para con sus familias.
Dios todopoderoso, que reconcilió consigo al mundo por medio de la muerte y resurrección de su Hijo, y derramó el Espíritu Santo para el perdón de los pecados, tenga misericordia de todas las almas de los pasajeros y de la tripulación, especialmente de las almas más necesitadas de su divina Misericordia, y en particular del alma del copiloto Andreas Lubitz, y Él quiera, desde la atemporalidad y eternidad de su divina voluntad, que, en sus inescrutables designios y por su Misericordia, cuya devoción celebramos esta semana, supremo atributo de Dios y misterio incomprensible, todas hayan sido salvadas y llevadas al Cielo cuya Luz nunca cesa.
Y a las familias de los fallecidos, Dios todopoderoso les conceda el consuelo de la fe en la resurrección de quienes han compartido ya la muerte de Cristo Nuestro Señor. Desde aquí animo a los que me lean a aplicar las indulgencias que pudieran ganar o haber ganado en los varios actos de la Semana Santa y de la Pascua, a aplicarlas, al menos parcialmente, en sufragio de las almas de los fallecidos, como acto supremo de caridad que, en nuestra creencia en la comunión de los Santos, las libre del purgatorio lo antes posible.
Dales, Señor, el descanso eterno. Y la Luz perpetua brille sobre ellas. Descansen en paz.
Amén.
LA CRUZ Y LA GLORIA
abril 3, 2015 § Deja un comentario
La Cruz y la Gloria
Mi vida nadie me la quita; yo la doy voluntariamente (Jn 10, 18)
Padre, ha llegado la hora; glorifica a tu Hijo pra que tu Hijo te glorifique a ti; ya que le has dado autoridad sobre todos los hombres para que dé vida eterna a cuantos les has confiado. En esto consiste la vida eterna; en conocerte a ti, el único Dios verdadero, y a tu enviado, Jesús, el Mesías. Yo te he glorificado en la tierra cumpliendo la tarea que tú me encomendaste. Ahora tú, Padre, dame gloria junto a ti, la gloria que tenía junto a ti, antes de que existiera el mundo (…) Todo lo mío es tuyo y lo tuyo es mío. En ellos se revela mi gloria (Jn 17, 1-4, 10)
Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino (Lc 23,42)
Hoy la Iglesia universal, el Pueblo de Dios, llora la muerte de Jesús. A diferencia de otros maestros universales, que murieron en la serenidad y en la compañía de sus discípulos, como Confucio o Buda, o, en el caso de Mahoma, que muere en brazos de su mujer amada y con el afecto y compañía de los suyos, Jesús muere abandonado por todos –o casi todos-; abandonado por los hombres y, en cierto sentido, abandonado por Dios. Por tres veces pidió en la noche de su Pasión al Padre que apartara de Él ese cáliz. Los Evangelios canónicos guardan silencio con respecto a si recibió alguna respuesta, aunque Mateo, que relata más prolijamente la triple petición de Jesús parece dar a entender que sí: “Ahora ya podéis dormir y descansar”, en una de las traducciones de Mt 26, 45, les dice a sus discípulos, que no habían podido velar ni siquiera una hora (Mt 26, 40). Junto a los Evangelios canónicos, algunos apócrifos muestran el ángel del Señor confortando al Señor, y no son pocas las imágenes de la iconografía tradicional que muestran a Jesús orando en el Huerto de los Olivos y al ángel del Señor ofreciéndole el cáliz, signo de su Pasión.
Junto al abandono, a la tristeza mortal relatada por Mateo, el evangelista refiere que Jesús sintió angustia (vid. Mt 26, 37-38). Los hechos posteriores de la Pasión, con las burlas de los romanos, las vejaciones, los azotes, la coronación de espinas y, finalmente, la elección de la muerte en cruz, reflejan que Jesús murió de forma ignominiosa, colgado de un madero –lo cual era un signo de maldición para los judíos, tal y como proféticamente indican los salmos-, abandonado por sus discípulos y profiriendo el misterioso grito, conocido tradicionalmente como “la sexta Palabra”: “¿Dios mío, Dios mío, por qué me has abandonado?”, correspondiente a la antífona del Salmo 27.
¿Qué compañía pudo tener Nuestro Señor en tal terrible hora? En primer lugar, junto a Él, fueron crucificados dos malhechores. El Evangelio de Lucas nos narra cómo uno de ellos, cuyo nombre sólo nos es conocido por los apócrifos, se dirigió a Él con las palabras: “Señor, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino”. El “Buen ladrón”, conocido en la devoción apócrifica y popular como Dimas, personaje al que los Padres de la Iglesia dedicaron no pocas reflexiones, y que fue cayendo en el olvido en la liturgia, fue el único del cual, según palabras del propio Jesús, podemos saber por la fe todos los cristianos que está en buen lugar, al recordar la contestación que Él le dio desde la Cruz: “Te aseguro, que hoy mismo estarás conmigo en el Paraíso” (Lc 23, 43) . De hecho, muchos Padres de la Iglesia y teólogos medievales afirmaron que el buen ladrón fue el primero en entrar en el cielo junto a Jesús, después de su descenso a los infiernos –o seol, el lugar de los muertos-, para liberar a todos aquellos que por el primer pecado estaban privados de la visión beatífica de Dios Padre, y que Jesús hubiese querido liberar, como afirmara el gran teólogo del siglo pasado Urs von Balthasar, según los misteriosos designios de su divina Misericordia. La Misericordia se manifestó de forma potentísima en aquella hora sublime en la que, habiéndose cubierto la tierra de tinieblas, como relatan los Evangelios, Jesús entregó el espíritu y Longinos hirió su costado herido, del que manaron sangre y agua. Santa Faustina Kowalska, el pasado siglo, manifestó que en revelación privada el propio Jesús le había hablado de ese momento como fuente de gran Misericordia para todo el mundo, como supremo atributo de manifestación de la Gloria (shekiná) de Dios.
También estaban junto a la Cruz de Jesús, nos narran los evangelistas, las “tres Marías”: su Madre, María Santísima, la hermana de su Madre, María la de Cleofás, y María la Magdalena, así como “el discípulo que tanto amaba”, como acostumbraba a definirse a sí mismo el evangelista San Juan. Mas el Evangelio de San Juan es el que más nos presenta esta proximidad a la Cruz de las personas nombradas, pues en Mateo se nos dice que, en las cercanías del Calvario, se hallaban “muchas mujeres” -no se habla para nada de Juan-, las cuales observaban a Jesús “de lejos”. Así, leemos en Mt 26, 55-56: “Estaban allí muchas mujeres mirando de lejos, las cuales habían seguido a Jesús desde Galilea, sirviéndole, entre las cuales estaban María Magdalena, María la madre de Santiago y de José, y la madre de los hijos de Zebedeo”.
La Gloria, para Dios, es la Cruz, y la Cruz es la Gloria. O, mejor dicho, no pueden entenderse ninguno sin la otra. Y es que lo que nosotros llamamos gloria, la gloria del mundo, no tiene nada que ver con lo que es la Gloria para Dios. Los bienes materiales, la riqueza, los títulos, los honores, las potestades, el poder, el honor e incluso los respetos humanos, son cosas a las que Dios no da importancia; todas ellas –algunas de ellas necesarias- no son más que cosas pasajeras a las que muchas veces nos apegamos, cada uno desde su sí mismo y sus circunstancias, como diría el gran Ortega y Gasset, para no ver lo esencial. Así, en el peor de los casos, nos perdemos a nosotros mismos queriendo ganar el mundo y no reparamos en la seria advertencia de Jesús: ¿En qué aprovecha al hombre ganar el mundo si arruina su vida? Mas aun en este caso, podemos levantarnos setenta veces siete con la ayuda de la Misericordia de Dios, quien dispuso para nosotros precisamente el Sacrificio de su Hijo. Una sola gota derramada de la Sangre de Cristo vale más para Dios que todos los pecados de la Humanidad conjuntamente considerados. Y Jesús no quiso reservarse ninguna. La derramó toda por amor a nosotros, pues Él era y es el Amor y la Misericordia mismos. En expresión de Urs von Balthasar, que constituye además el título a una de las obras en las que se refleja su pensamiento más depurado, “sólo el Amor es digno de fe”. Y la Cruz es la prueba del Amor de Dios. A nadie que haya amado de verdad se le ahorran dolores; o, visto de manera más positiva y saludable, el amor hace soportable los dolores del mundo y posibilita el perdón, pues, “a quien mucho ama, mucho se le perdona” (vid. Lc 7, 47). Jesús quiso ganar ese perdón y la paz que de él se deriva para todos con su extraordinario Sacrificio redentor en la Cruz, de la cual, la liturgia católica, en el Oficio del Viernes Santo, canta la antigua antífona que reza: “Mirad el árbol de la Cruz, en el que estuvo clavada la salvación del mundo. Venid a adorarlo”. Personalmente, desde hace cuatro años, cuando comencé a asistir a los Santos Oficios, me sobrecoge ese momento. Por un árbol, el de la ciencia del bien y del mal, nos vino el pecado y la muerte. Y por otro, el “árbol de la Cruz”, regado por la Sangre de Nuestro Señor, se nos devuelve una vida que sobrepasa en mucho la antigua preternaturalidad de nuestros primeros padres, pues, además del perdón de nuestros pecados, nos otorga un bien que sólo mediante en ejercicio en la fe podemos experimentar de modo muy imperfecto: la filiación divina. La libertad de los Hijos de Dios. Con razón escribió tan misteriosa como bellamente San Pablo: “Dios nos encerró a todos en la desobediencia para tener misericordia de todos (Rom 11, 32)”.
¿Cómo podemos contemplar este Misterio, que sobrepasa toda razón y toda lógica? Frente a la actitud amante de Dios, que se entrega por nosotros, muchas veces nosotros le negamos, como Pedro, y esta actitud es comprensible desde nuestra humanidad; pues, ¿cómo no comprenderla cuando el propio Hijo de Dios pidió a su Padre que le librara de su hora? Dios no nos ahorra la cruz, nuestra propia cruz, poca o mucha, percibida desde nuestra subjetividad única y unida misteriorsamente a la Cruz del Señor con una intensidad que sólo Dios conoce. Lo cierto es que, por mucho que neguemos el dolor, el sufrimiento, el mal y la cruz, estas “cosas molestas” van a estar en el mundo, en las tinieblas de nuestra vida, y nos las vamos a encontrar. Es desde la contemplación de esta realidad desde donde podemos comenzar un camino, no exento de pruebas y dificultades, de purificación interior. Si dirigimos nuestra mirada al Crucificado, sólo podemos advertir el Él una mirada compasiva, de acompañamiento en nuestro dolor, pues Él mismo pidió que se lo quitaran. Sin embargo, antes de experimentar la angustia y la tristeza mortal de Getsemaní, Él mismo, en la noche en que iba a ser entregado, dirigió a los Apóstoles estas hermosas palabras: “En el mundo tendréis tribulación. Pero tened valor: yo he vencido al mundo (Jn 16, 33)”. Ante la angustia del dolor, del mal y de la muerte, tenemos a nuestra disposición el “salto existencial” que tan bien describiera el filósofo danés Søren Kirkegaard, y que sólo se expresa en el salto de la fe, de la confianza en lo que no entendemos; pero no es un salto al vacío; es un salto existencial que nuestro yo subjetivo quiere depositar en la confianza en el Amor incondicional de Dios. En definitiva, después de mucho caminar a oscuras, a nuestras angustias vitales también se nos ofrece la posibilidad de responder como respondieron a Jesús sus discípulos… “¿A quién acudiremos? Sólo Tú tienes palabras de vida eterna”.
Volviendo a nuestro comportamiento cotidiano, frente a las actitudes extremas y opuestas de la desesperación o de la incredulidad y el rechazo de Dios provocados por el miedo, el pecado, el odio, la desesperación -fruto muchas veces de un concepto tergiversado de Dios, en los que muchos dirigentes de la Iglesia han tenido históricamente no poca responsabilidad- y otros males, la mayor parte de las veces escogemos un camino intermedio, que acostumbra a tomar la forma del auto-aturdimiento mediante la búsqueda de distracciones, más o menos nocivas, que cubran el velo de nuestra miseria. En los casos menos graves, caemos en el tedio o en quehaceres que nos distraen de lo esencial, denominada recientemente, en feliz expresión del papa Francisco, como “martismo”, para referirse a la sobreocupación en la que andan metidos muchos cardenales de la Curia romana, y en sus apegos al mundo; la expresión es utilizada por el Santo Padre en referencia al episodio de Marta y María, narrado en Lc 10, 41, en el que el Señor le dice a Marta, que “anda inquieta con muchas cosas”, al contrario de María, que se había quedado escuchando su Palabra, y que “sólo una cosa es importante”. La Semana Santa, el Triduo Pascual, como celebración litúrgica más importante del año para la Iglesia católica, nos brindan la ocasión de desapegarnos de todo aquello que nos impida conectar con nosotros mismos. Para conectar con nuestro verdadero yo, libre de afectos y emociones negativas, lo cual no es nada fácil, como reconoció el propio Jesús en varias ocasiones, incluso respecto de Sí mismo, como ya hemos visto en su oración en Getsemaní, pues “estrecha es la senda que conduce a la salvación” (Mt 7, 14), y “el espíritu está pronto, pero la carne es débil (Mt 26, 41 in fine)”, para recobrar así la paz de espíritu que mueva nuestros corazones hacia la verdadera Gloria de Dios: la obra colaboradora en la redención del hombre, hecho a su imagen y semejanza, llevada a cabo por Jesús una vez y para siempre y enriquecida con los méritos de la Comunión de los Santos. O, dicho de una manera más sencilla, la entrega de nosotros mismos a Dios y a nuestros hermanos hasta el final, en la conciencia de que todos somos hijos de un mismo Padre celestial y de que hemos sido redimidos por un Amor crucificado que sobrepasa toda comprensión humana, al que podemos unir nuestros afanes cotidianos y expresado en la Cruz de Cristo, “escándalo para los judíos y necedad para los gentiles” (1 Cor 1, 23). Porque, utilizando una feliz expresión del Padre Jesús Trullenque, cuando nos olvidamos -nos negamos- a nosotros mismos, y hacemos algo por los demás, por pequeñito que sea, algo se ensancha en nuestro corazón, y podemos sentir, también por pequeña que sea, una paz inefable. Así, tengamos la mirada puesta en el Crucificado, en Aquel que tuvo un amor tan grande como para “dar la vida por sus amigos” (Jn 15, 13), o “dar la vida en rescate por todos (Mt 20, 28)”. Con su sacrificio Jesús restableción la amistad de la Humanidad con Dios, reconciliando consigo al mundo mediante su muerte y su resurrección, y derramando el Espíritu Santo para el perdón de los pecados, como reza la fórmula de la absolución de la Confesión sacramental en la Iglesia Católica. Y desde esta confianza, los cristianos esperamos todos los años la Pascua, el paso en el que Jesucristo será glorificado resucitando de entre los muertos, y con esta fe y esta esperanza anhelamos también, en medio de la tribulación y de nuestra propia cruz, la victoria sobre la muerte, el pecado y el mal ya ganada para nosotros con la Pasión, Muerte y Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo. Feliz Pascua a todos.
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A.M.D.G.
A.I.P.M.