Marta García Aller, “La generación precaria”, Ed. Espejos de Tinta, 2006
Se trata de una obra, escrita en un estilo directo y sencillo, además de muy lúcido y no exento de sentido del humor, sobre la precariedad de las generaciones nacidas en nuestro país a partir de los años 80; la obra no sólo se limita a denunciar la precariedad económica a la que muchos jóvenes se veían abocados ya por el año 2006 en sus primeros, segundos o terceros “empleos” (si cabe utilizar esta palabra), sino que va más allá. Habla de un cambio sociológico y de una crisis de valores que afecta a todos los ámbitos de la vida de los jóvenes de la generación de la autora, y de las generaciones más jóvenes que la suya, que por primera vez, si siguen en este país, deberán acostumbrarse a aceptar el hecho de que muy probablemente les toque vivir peor que la generación de sus padres. El libro incluye un interesante y demoledor epígrafe sobre la situación de la investigación en España, en el que se hace referencia a los resultados y a las cifras resultantes de un trabajo de campo realizado a través de entrevistas con asociaciones de investigadores como la Juventud de Jóvenes Investigadores Precarios (vid. www. precarios.org, asociación a la que yo mismo pertenecí y sinceramente no sé si sigo perteneciendo, y a la cual, por cierto, no aporté mucho; estoy en deuda -moral, se entiende-, con ella, al menos a nivel estatal, deuda por la que pido perdón, ya que ellos consiguieron pequeños grandes logros para todos los investigadores -incluida la integración de la mayor parte de las becas pre y posdoctorales en el Régimen General de la Seguridad Social en el año 2003, aunque con requisitos muy pobres; por ejemplo, sin derecho a desempleo, que es de suyo el futuro más previsible para muchos de los jóvenes que inician su andadura investigadora en este país-, y cuando me necesitaron, yo no estuve ahí para ayudarles como debí).
Volviendo al libro, la precariedad juvenil se manifiesta también en un pensamiento “débil”, posmoderno, en todas las áreas de la vida. La provisionalidad y la superficialidad, que son descritas de un modo objetivo, rehuyendo moralizaciones innecesarias, parecen ser rasgos distintivos de la mentalidad de jóvenes que se han acostumbrado a vivir en una aparentementemente paradójica situación de tránsito permanente hacia no se sabe muy bien dónde, donde todo es “light”: el trabajo, la identidad personal, las relaciones interpersonales, incluidas las de pareja, e incluso las relaciones familiares o de amistad -a las que yo en tan alta estima tengo-, o la absoluta indiferencia hacia una posible apertura a la trascendencia que podría “rescatar” o redimir a la juventud actual de su sensación de “no saber muy bien por dónde tirar”, y en la que el “qué quiero ser de mayor” resulta ser una pregunta permanente hasta los trenta y diez años.
Vid. mi post “Crisis?… What Crisis?”, también en mi blog, en el que cito palabras de la autora.
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