Mensaje de la Comisión Episcopal de Pastoral con motivo de la Pascua del Enfermo (RB)

May 10, 2015 § Deja un comentario


Jornada Mundial del Enfermo y Pascia del Enfermo 2015.

Jornada Mundial del Enfermo y Pascia del Enfermo 2015.Porque (…) estaba enfermo y me visitásteis (Mt 25, 35; 36)

 

Porque (…) estaba enfermo, y me visitasteis (Mt 25, 35; 36)  

Hoy, VI Domingo de Pascua, la Iglesia Universal ha celebrado y sigue celebrando, allende la mar océana, la Pascua del Enfermo, con motivo de la Jornada Mundial del Enfermo. Son muchos los templos en los que se ha impartido, en Misas especiales o en celebración colectiva o individual, el Sacramento de la Unción de los Enfermos. Sacramento que, sobre todo después del Concilio Vaticano II, no se reserva sólo para los enfermos terminales -para eso está el Viático-, sino para todos los enfermos graves en el sentido más amplio de la palabra. Es curioso observar cómo la liturgia latina de la Iglesia Católica ha mantenido, en el rito de administración de la Santa Unción, las palabras de la Carta de Santiago. Gracias, Señor, por este Domingo y por tanta Misericordia.

Parte de la fórmula del rito de la Unción de los Enfermos, de la Carta de Santiago 5, 14-16-

Parte de la fórmula del rito de la Unción de los Enfermos, de la Carta de Santiago 5, 14-16-

En nuestras sociedades ricas, los enfermos, pequeños y mayores, son descuidados brutalmente por las dinámicas sociales y por lo que, expresado en un lenguaje propio de la teología moral católica, el gran papa San Juan Pablo II denominara «estructuras de pecado». Y es que el pecado, en sus formas más graves, incluidos los pecados de indiferencia y omisión culpables -recordemos el pasaje del Génesis (cfr. Gn 4, 9): «¿Qué haces tú por tu hermano?»- son la peor enfermedad.

Tovavía resuenan en mi mente los ecos del discurso pronuncionado por S. S. el papa Francsico en el Parlamento Europeo: «Una de las peores enfermedades que constato en esta Europa es la soledad». Y es que la salud en algo más complejo de lo que el mundo entiende, si bien por no ello no necesariamente objetivable, sino precisamente por ello, subjetivizable e individualizable hasta el máximo.

Y es que, como han tenido y siguen teniendo en cuenta, gracias a Dios, grandes Médicos, «no hay enfermedades, sino enfermos». Porque con la salud y la enfermedad, lo que está en juego es la salud de la persona, única e irrepetible con su circunstancia mórbida, e inmersa en un contexto social «enfermo», en el sentido de orientado hacia valores nocivos para la persona, el cual influye, como no puede ser de otra manera, sobre la salud de todos y cada uno de los individuos que la integran.

En una bonita definición de salud de la Organización Mundial de la Salud, ésta destacó tres aspectos, al mismo nivel, de la salud de las personas: salud física; salud psíquica o mental; y salud social. Todas estas dimensiones de la salud son importantes, pues sin una sola de ellas, el «sujeto» -prefiero el término no clínico persona-, no puede alcanzar la salud, tal y como es entendida por una de las muchas definiciones de la OMS: como el estado de completo bienestar físico, psíquico y social del individuo. Aunque yo añadiría, de acuerdo con mi concepción socioantropológica del ser humano y de su posición en el mundo, cristina y humanista, «de acuerdo con las posibilidades que la persona pueda alcanzar». Posibilidades que muchas veces vienen de serie, pero que otras son negadas por la cultura del descarte denunciada por el papa Francisco, que niega a los débiles, a los enfermos, a los excluidos, a los marginados, su dignidad de personas. Esto es algo grave, amigos. Y los cristianos, creyentes de otras confesiones o credos colectivos o individuales, y todas las personas de buena voluntad, debemos esforzarnos por atender con un trato auténticamente humano al enfermo.

Que los profesionales sanitarios, entre otros, como figuraba en la dedicatoria de mi tesis doctoral sobre consentimiento y Derecho, sepan tratar al enfermo como un ser humano libre, y al mismo tiempo necesitado. Porque la atención a los enfermos es una de las mayores bienaventuranzas y obras de misericordia, no sólo corporales, sino integrales, que podemos realizar por amor, y conforme hayamos ayudado, nosotros creemos que seremos juzgados en el atardecer de la vida, recordando a San Juan de la Cruz, en el Amor. Para que podamos escuchar, en palabras del propio Jesucristo, aquella maravillosa promesa hecha para todos y cada uno para el fin de los tiempos. Aquellas palabras que fueron pronunciadas por Jesús en un lenguaje sencillo, y que Él mismo quiso que quedaran plasmadas en el Evangelio de Mateo 25, 34-35, con el deseo, que es al mismo tiempo misteriosa realidad natural y sobrenatural, humana y divina, de que reconozcamos en el hermano enfermo y necesitado el mismo rostro de Jesucristo Nuestro Señor: «Venid, benditos de mi Padre, y heredad el reino preparado para vosotros desde antes de la creación del mundo. Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, era inmigrante y me acogisteis, estaba desnudo y me vestisteis, estaba enfermo y me visitasteis, estaba encarcelado y vinisteis a verme».

 

Por Pablo Guérez Tricarico, Phd

Doctor en Derecho

Colegiado ICAM 97.901

Hijo de Dios, por su entrañable Misericordia, desde el 19/5/1979

Iglesiaactualidad

SALUD Y SABIDURÍA DE CORAZÓN
Jornada Mundial del Enfermo y Pascua del Enfermo

Domingo 10 de mayo de 2015

1. Quien vive la Pastoral de la Salud sabe que su lenguaje propio es el del corazón. Vivir el sufrimiento o acompañarlo toca el corazón. Esta Campaña de Pastoral de la Salud 2015 nos invita precisamente a contemplar el corazón de Cristo ante quien sufre, y su vivencia del sufrimiento. Si nos dejamos empapar por sus actitudes cambiará también nuestra mirada sobre el enfermo, y transformará nuestro corazón con esa sabiduría de Dios que está “llena de compasión” (Sant. 3, 17).

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LA CRUZ Y LA GLORIA

abril 3, 2015 § Deja un comentario


La Cruz y la Gloria

 

Mi vida nadie me la quita; yo la doy voluntariamente (Jn 10, 18)

Padre, ha llegado la hora; glorifica a tu Hijo pra que tu Hijo te glorifique a ti; ya que le has dado autoridad sobre todos los hombres para que dé vida eterna a cuantos les has confiado. En esto consiste la vida eterna; en conocerte a ti, el único Dios verdadero, y a tu enviado, Jesús, el Mesías. Yo te he glorificado en la tierra cumpliendo la tarea que tú me encomendaste. Ahora tú, Padre, dame gloria junto a ti, la gloria que tenía junto a ti, antes de que existiera el mundo (…) Todo lo mío es tuyo y lo tuyo es mío. En ellos se revela mi gloria (Jn 17, 1-4, 10)

Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino (Lc 23,42)

Misericordia Divina, que brota del costado abierto de la herida de Cristo, en ti confío.

Misericordia Divina, que brota del costado abierto de la herida de Cristo, en ti confío.

 

Hoy la Iglesia universal, el Pueblo de Dios, llora la muerte de Jesús. A diferencia de otros maestros universales, que murieron en la serenidad y en la compañía de sus discípulos, como Confucio o Buda, o, en el caso de Mahoma, que muere en brazos de su mujer amada y con el afecto y compañía de los suyos, Jesús muere abandonado por todos –o casi todos-; abandonado por los hombres y, en cierto sentido, abandonado por Dios. Por tres veces pidió en la noche de su Pasión al Padre que apartara de Él ese cáliz. Los Evangelios canónicos guardan silencio con respecto a si recibió alguna respuesta, aunque Mateo, que relata más prolijamente la triple petición de Jesús parece dar a entender que sí: “Ahora ya podéis dormir y descansar”, en una de las traducciones de Mt 26, 45, les dice a sus discípulos, que no habían podido velar ni siquiera una hora (Mt 26, 40). Junto a los Evangelios canónicos, algunos apócrifos muestran el ángel del Señor confortando al Señor, y no son pocas las imágenes de la iconografía tradicional que muestran a Jesús orando en el Huerto de los Olivos y al ángel del Señor ofreciéndole el cáliz, signo de su Pasión.

Junto al abandono, a la tristeza mortal relatada por Mateo, el evangelista refiere que Jesús sintió angustia (vid. Mt 26, 37-38). Los hechos posteriores de la Pasión, con las burlas de los romanos, las vejaciones, los azotes, la coronación de espinas y, finalmente, la elección de la muerte en cruz, reflejan que Jesús murió de forma ignominiosa, colgado de un madero –lo cual era un signo de maldición para los judíos, tal y como proféticamente indican los salmos-, abandonado por sus discípulos y profiriendo el misterioso grito, conocido tradicionalmente como “la sexta Palabra”: “¿Dios mío, Dios mío, por qué me has abandonado?”, correspondiente a la antífona del Salmo 27.

¿Qué compañía pudo tener Nuestro Señor en tal terrible hora? En primer lugar, junto a Él, fueron crucificados dos malhechores. El Evangelio de Lucas nos narra cómo uno de ellos, cuyo nombre sólo nos es conocido por los apócrifos, se dirigió a Él con las palabras: “Señor, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino”. El “Buen ladrón”, conocido en la devoción apócrifica y popular como Dimas, personaje al que los Padres de la Iglesia dedicaron no pocas reflexiones, y que fue cayendo en el olvido en la liturgia, fue el único del cual, según palabras del propio Jesús, podemos saber por la fe todos los cristianos que está en buen lugar, al recordar la contestación que Él le dio desde la Cruz: “Te aseguro, que hoy mismo estarás conmigo en el Paraíso” (Lc 23, 43) . De hecho, muchos Padres de la Iglesia y teólogos medievales afirmaron que el buen ladrón fue el primero en entrar en el cielo junto a Jesús, después de su descenso a los infiernos –o seol, el lugar de los muertos-, para liberar a todos aquellos que por el primer pecado estaban privados de la visión beatífica de Dios Padre, y que Jesús hubiese querido liberar, como afirmara el gran teólogo del siglo pasado Urs von Balthasar, según los misteriosos designios de su divina Misericordia. La Misericordia se manifestó de forma potentísima en aquella hora sublime en la que, habiéndose cubierto la tierra de tinieblas, como relatan los Evangelios, Jesús entregó el espíritu y Longinos hirió su costado herido, del que manaron sangre y agua. Santa Faustina Kowalska, el pasado siglo, manifestó que en revelación privada el propio Jesús le había hablado de ese momento como fuente de gran Misericordia para todo el mundo, como supremo atributo de manifestación de la Gloria (shekiná) de Dios.

También estaban junto a la Cruz de Jesús, nos narran los evangelistas, las «tres Marías»: su Madre, María Santísima, la hermana de su Madre, María la de Cleofás, y María la Magdalena, así como «el discípulo que tanto amaba», como acostumbraba a definirse a sí mismo el evangelista San Juan. Mas el Evangelio de San Juan es el que más nos presenta esta proximidad a la Cruz de las personas nombradas, pues en Mateo se nos dice que, en las cercanías del Calvario, se hallaban «muchas mujeres» -no se habla para nada de Juan-, las cuales observaban a Jesús «de lejos». Así, leemos en Mt 26, 55-56: «Estaban allí muchas mujeres mirando de lejos, las cuales habían seguido a Jesús desde Galilea, sirviéndole,  entre las cuales estaban María Magdalena, María la madre de Santiago y de José, y la madre de los hijos de Zebedeo».

La Gloria, para Dios, es la Cruz, y la Cruz es la Gloria. O, mejor dicho, no pueden entenderse ninguno sin la otra. Y es que lo que nosotros llamamos gloria, la gloria del mundo, no tiene nada que ver con lo que es la Gloria para Dios. Los bienes materiales, la riqueza, los títulos, los honores, las potestades, el poder, el honor e incluso los respetos humanos, son cosas a las que Dios no da importancia; todas ellas –algunas de ellas necesarias- no son más que cosas pasajeras a las que muchas veces nos apegamos, cada uno desde su sí mismo y sus circunstancias, como diría el gran Ortega y Gasset, para no ver lo esencial. Así, en el peor de los casos, nos perdemos a nosotros mismos queriendo ganar el mundo y no reparamos en la seria advertencia de Jesús: ¿En qué aprovecha al hombre ganar el mundo si arruina su vida? Mas aun en este caso, podemos levantarnos setenta veces siete con la ayuda de la Misericordia de Dios, quien dispuso para nosotros precisamente el Sacrificio de su Hijo. Una sola gota derramada de la Sangre de Cristo vale más para Dios que todos los pecados de la Humanidad conjuntamente considerados. Y Jesús no quiso reservarse ninguna. La derramó toda por amor a nosotros, pues Él era y es el Amor y la Misericordia mismos. En expresión de Urs von Balthasar, que constituye además el título a una de las obras en las que se refleja su pensamiento más depurado, “sólo el Amor es digno de fe”. Y la Cruz es la prueba del Amor de Dios. A nadie que haya amado de verdad se le ahorran dolores; o, visto de manera más positiva y saludable, el amor hace soportable los dolores del mundo y posibilita el perdón, pues, “a quien mucho ama, mucho se le perdona” (vid. Lc 7, 47). Jesús quiso ganar ese perdón y la paz que de él se deriva para todos con su extraordinario Sacrificio redentor en la Cruz, de la cual, la liturgia católica, en el Oficio del Viernes Santo, canta la antigua antífona que reza: “Mirad el árbol de la Cruz, en el que estuvo clavada la salvación del mundo. Venid a adorarlo”. Personalmente, desde hace cuatro años, cuando comencé a asistir a los Santos Oficios, me sobrecoge ese momento. Por un árbol, el de la ciencia del bien y del mal, nos vino el pecado y la muerte. Y por otro, el “árbol de la Cruz”, regado por la Sangre de Nuestro Señor, se nos devuelve una vida que sobrepasa en mucho la antigua preternaturalidad de nuestros primeros padres, pues, además del perdón de nuestros pecados, nos otorga un bien que sólo mediante en ejercicio en la fe podemos experimentar de modo muy imperfecto: la filiación divina. La libertad de los Hijos de Dios. Con razón escribió tan misteriosa como bellamente San Pablo: “Dios nos encerró a todos en la desobediencia para tener misericordia de todos (Rom 11, 32)”.

¿Cómo podemos contemplar este Misterio, que sobrepasa toda razón y toda lógica? Frente a la actitud amante de Dios, que se entrega por nosotros, muchas veces nosotros le negamos, como Pedro, y esta actitud es comprensible desde nuestra humanidad; pues, ¿cómo no comprenderla cuando el propio Hijo de Dios pidió a su Padre que le librara de su hora? Dios no nos ahorra la cruz, nuestra propia cruz, poca o mucha, percibida desde nuestra subjetividad única y unida misteriorsamente a la Cruz del Señor con una intensidad que sólo Dios conoce. Lo cierto es que, por mucho que neguemos el dolor, el sufrimiento, el mal y la cruz, estas “cosas molestas” van a estar en el mundo, en las tinieblas de nuestra vida, y nos las vamos a encontrar. Es desde la contemplación de esta realidad desde donde podemos comenzar un camino, no exento de pruebas y dificultades, de purificación interior. Si dirigimos nuestra mirada al Crucificado, sólo podemos advertir el Él una mirada compasiva, de acompañamiento en nuestro dolor, pues Él mismo pidió que se lo quitaran. Sin embargo, antes de experimentar la angustia y la tristeza mortal de Getsemaní, Él mismo, en la noche en que iba a ser entregado, dirigió a los Apóstoles estas hermosas palabras: “En el mundo tendréis tribulación. Pero tened valor: yo he vencido al mundo (Jn 16, 33)”. Ante la angustia del dolor, del mal y de la muerte, tenemos a nuestra disposición el “salto existencial” que tan bien describiera el filósofo danés Søren Kirkegaard, y que sólo se expresa en el salto de la fe, de la confianza en lo que no entendemos; pero no es un salto al vacío; es un salto existencial que nuestro yo subjetivo quiere depositar en la confianza en el Amor incondicional de Dios. En definitiva, después de mucho caminar a oscuras, a nuestras angustias vitales también se nos ofrece la posibilidad de responder como respondieron a Jesús sus discípulos… “¿A quién acudiremos? Sólo Tú tienes palabras de vida eterna”.

Volviendo a nuestro comportamiento cotidiano, frente a las actitudes extremas y opuestas de la desesperación o de la incredulidad y el rechazo de Dios provocados por el miedo, el pecado, el odio, la desesperación -fruto muchas veces de un concepto tergiversado de Dios, en los que muchos dirigentes de la Iglesia han tenido históricamente no poca responsabilidad- y otros males, la mayor parte de las veces escogemos un camino intermedio, que acostumbra a tomar la forma del auto-aturdimiento mediante la búsqueda de distracciones, más o menos nocivas, que cubran el velo de nuestra miseria. En los casos menos graves, caemos en el tedio o en quehaceres que nos distraen de lo esencial, denominada recientemente, en feliz expresión del papa Francisco, como “martismo”, para referirse a la sobreocupación en la que andan metidos muchos cardenales de la Curia romana, y en sus apegos al mundo; la expresión es utilizada por el Santo Padre en referencia al episodio de Marta y María, narrado en Lc 10, 41, en el que el Señor le dice a Marta, que “anda inquieta con muchas cosas”, al contrario de María, que se había quedado escuchando su Palabra, y que “sólo una cosa es importante”. La Semana Santa, el Triduo Pascual, como celebración litúrgica más importante del año para la Iglesia católica, nos brindan la ocasión de desapegarnos de todo aquello que nos impida conectar con nosotros mismos. Para conectar con nuestro verdadero yo, libre de afectos y emociones negativas, lo cual no es nada fácil, como reconoció el propio Jesús en varias ocasiones, incluso respecto de Sí mismo, como ya hemos visto en su oración en Getsemaní, pues “estrecha es la senda que conduce a la salvación” (Mt 7, 14), y “el espíritu está pronto, pero la carne es débil (Mt 26, 41 in fine)”, para recobrar así la paz de espíritu que mueva nuestros corazones hacia la verdadera Gloria de Dios: la obra colaboradora en la redención del hombre, hecho a su imagen y semejanza, llevada a cabo por Jesús una vez y para siempre y enriquecida con los méritos de la Comunión de los Santos. O, dicho de una manera más sencilla, la entrega de nosotros mismos a Dios y a nuestros hermanos hasta el final, en la conciencia de que todos somos hijos de un mismo Padre celestial y de que hemos sido redimidos por un Amor crucificado que sobrepasa toda comprensión humana, al que podemos unir nuestros afanes cotidianos y expresado en la Cruz de Cristo, “escándalo para los judíos y necedad para los gentiles” (1 Cor 1, 23). Porque, utilizando una feliz expresión del Padre Jesús Trullenque, cuando nos olvidamos -nos negamos- a nosotros mismos, y hacemos algo por los demás, por pequeñito que sea, algo se ensancha en nuestro corazón, y podemos sentir, también por pequeña que sea, una paz inefable. Así, tengamos la mirada puesta en el Crucificado, en Aquel que tuvo un amor tan grande como para “dar la vida por sus amigos” (Jn 15, 13), o “dar la vida en rescate por todos (Mt 20, 28)”. Con su sacrificio Jesús restableción la amistad de la Humanidad con Dios, reconciliando consigo al mundo mediante su muerte y su resurrección, y derramando el Espíritu Santo para el perdón de los pecados, como reza la fórmula de la absolución de la Confesión sacramental en la Iglesia Católica. Y desde esta confianza, los cristianos esperamos todos los años la Pascua, el paso en el que Jesucristo será glorificado resucitando de entre los muertos, y con esta fe y esta esperanza anhelamos también, en medio de la tribulación y de nuestra propia cruz, la victoria sobre la muerte, el pecado y el mal ya ganada para nosotros con la Pasión, Muerte y Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo. Feliz Pascua a todos.

 

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LA CRUZ Y LA GLORIA by Pablo Guérez Tricarico, PhD, with the excepton of the multimedia elements inserted, is licensed under a Creative Commons Attribution-NonCommercial-ShareAlike 4.0 International License.
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A.M.D.G.

A.I.P.M.

Who are the enemies of Pope Francis? Vatican increases security measures due to ISIS Terror. Meanwhile, the Church needs urgently a new «aggiornamento» to boost its credibility

septiembre 20, 2014 § Deja un comentario


http://www.iltempo.it/esteri/2014/09/20/l-isis-minaccia-il-vaticano-controlli-raddoppiati-a-s-pietro-1.1312658

 

To Evil’s victory, it is enough that the good people do not make nothing (Burke)

Siembra vientos y recogerás tempestades (Proverbio anónimo)

 

Scrivo questo post, preoccupato per la vita e l’ integrità di uno dei migliori Papi che Dio ci ha dato negli ultimi cento anni, in lingua italiana, perché è la lingua ufficiale, assieme al latino, della Santa Sede, in considerazioni ai miei seguitori dall’ Italia, credenti e non credenti, e perché credo possa essere seguito anche dallo spagnoloparlante colto.

Coloro che vorranno trovare in questo post una ferma condanna al terrorismo islamico non la troveranno. Non perché io non condanni la crudele follia dell’ ISIS, alimentata in buona parte da una politica estera degli Stati Uniti imperalista a ancora basata sulla logica del Far West, ma perché questa condanna sta essendo utilizzata da lobbies conservatori per difendere qualsiasi mezzo di lotta contro il terrorismo. Sicuramente una política piú comprensiva con la situazione del popolo palestinese, basata sull’ intesa, l’ accordo diplomatico con il legittimo Stato di Israele e una politica chiara di investimento per l’ educazione e per la coesistenza pacifica nel rispetto alla diversità non avrebbero reso il terreno cosí facile alla semina dell’ odio che scaturisce dalla paura e dalla incomprensione della cosiddetta “societá internazionale civilizzata”, e da una Europa immatura la cui política estera sembra essere ancora irremissibilmente legata alla logica della guerra fredda, nella quale la “sinistra” equivale ad appoggio incondizionale al popolo palestinese, anche ai terroristi, e “destra” equivale ad appoggio internazionale allo Stato d’ Israele, anche al suo terrorismo di Stato. Mentre i “pseudointelletuali” europei si dibattono ancora su tali termini, a maggior gloria dei loro leader politici o giornalistici, molti siamo stanchi della politizzazione, nel peggior senso del termine, e nel liguaggio piú oscuro, basso e interessato, di ciò che è una vera e propia catastrofe umanitaria in Medio Oriente, alimentata dal circolo dell’ odio tra estremisti sionisti e fondamentalisti islamici di Hammas. In questo contesto viene fuori lo Stato Islamico, assieme alle declarazioni degli screditati leader iracheni e iraniani, i quali, como i leader dell’ Arabia Saudita, per contentare a tutti, e soprattutto il loro alleato supremo, il Governo Federale degli Stati Uniti di Norteamerica, con il Presidente Obama in testa, colpevole, como egli stesso ha riconosciuto, di tortura. La situazione è prebellica a livello mondiale, e gli atteggiamenti sia dal lato del “mondo libero”, sia dal lato islamico non sembrano troppo pacifici. Siamo, como ha detto il Papa, in una situazione di guerra mondiale “a pezzetti” (a trocitos). Adesso pare che –secondo fonti giornalistiche all’ uso, e quindi, che meritano la stessa credibilità dei leader o del pensiero unico degli Stati ai quali servono, sarebbe il Papa sotto il punto di mira degli islamisti. Propio la figura internazionale che piú ha pregato per la pace, che piú ha denunciato che un mondo dominato dalle regole del mercato e dalla volontá dell’ Occidente non è sostenibile né giusto, che bisogna trovare una soluzione per la pace in Oriente Medio che non passi per negare la giustizia che legittimamente appartiene sia a israeliani sia a palestinesi. Forse è vero, ma queste minacce, come si usa dire colloquialmente, non me la contano giusta. Se fosse stato Obama ad essere stato minacciato sarebbe stata una cosa diversa. E forse, ma dico soltanto forse, non è stato cosí perché anche egli ha deluso una buona parte del suo elettorato e si è messo da parte del “conservative law and order”. Una volta piú, le oscure e criminali agenzie di sicurezza degli Stati Uniti, la NSA, la CIA, hanno fatto quello che hanno voluto, alimentando l’ isteria collettiva cui é tanto ricettiva la popolazione media americana ed hanno colpito anche l’ integrità del Presidente eletto dal popolo, e che dovrebbe governare per il popolo. Cinquanta anni fa, in un discorso tenuto dal suo compagno di partito il Presidente J. F. K., ucciso in strane circostanze, gli assistenti alla conferenza tenutasi  all’ Università di Columbia, D.C. con occasione dell’ apertura dell’ anno accademico, ascoltarono como il loro Presidente cattolico, dopo aver messo fine a quella che fu forse la crisi piú grave della Storia dell’ uomo sulla terra, poiché potrebbe aver portato l’ Umanità intera alla distruzione nucleare, dichiarava di non volere una «pax americana» basata sulla assoluta egemonia degli Stati Uniti, ma di una vera pace nell’ interesse comuni di tutti i popoli e di tutti gli Stati, compresa l’ Unione Sovietica, «because everybody  live in the same planet, everybody breath the same air, everyone take care of the future of their children and, at least, everybody are mortals».

La fiducia nella Provvidenza e nella presenza di Cristo risorto, assieme al Suo spirito, è la miglior sicurezza per il Papa, a guida della sua Santa Chiesa. Noi preghiamo a lungo il Papa, affinché non venga sconfitto dai suoi nemici sia interni sia esterni, ed affinché Dio muova i loro cuori nella direzione dell’ Amore. Nemici del Papa non appartengo soltanto a movimenti fondamentalisti islamici como lo Stato Islamico, ma ce ne sono anche dentro la Chiesa Cattolica. Coloro che disprezzano il Papa e la sua attività volta ad avvicinare la Chiesa ai poveri, ai disperati, agli emarginati di questo mondo, e lo fanno sotto le vecchie insegne di una Chiesa imperiale malintesa, basata sull’ ornato, la condiscendeza o la collaborazione, attiva od omissiva, con il potere civile, non fanno altro che ostacolizzare la lavore di evangelizzazione affidata dallo Spirito Santo al legittimo successore di San Pietro. Questi, tanto affetti all’ autorità come concetto, disprezzano l’ autorità concreta di colui che incarna nel momento presente il potere delle chiavi affidato da Gesú stesso alla Sua Chiesa, cuando non conviene loro. Per no contare i numerosi gruppi settari norteamericani che costituiscono la base sociológica di una buona parte dell’ elettorato del Partito Repubblicano. Fra di loro ci sono i lefrebviani presumibilmente «reabilitati» da Benedtto XVI, i tridentini preconciliari e molte settte e persone paranoiche che vedono nella Chiesa soltanto un cumulo di riti e liturgie senza Spirito, senza condivisione con il prossimo e senza il messaggio autentico di Gesú, il Quale, essendo il piú grande ed innocente, si abassò e fu contato fra i peccatori proprio per la nostra salvezza. Ma noi, che siamo tutti peccatori, compresi quelli che non riconoscono il loro peccato in nome di una presumibile condizione di «cittadini di legge ed ordine» dobbiamo seguire il messaggio di umiltà che scaturisce da una lettura sincera, anche la piú semplice, del Vangelo, il cui seguimento si manifesta otre che nella preghiera, negli atti di Misericordia, anche corporali, per il prossimo, come ci ricordava il Vangelo sulle beatitudini della Messa di prima di ieri, venerdí 19 settembre del 2014.

Sono dell’ opinione che il Vaticano debba conservare il suo potere temporale guadagnato storicamente attraverso giusti titoli di proprietà. cosí como il suo particolare status giuridico internazionale. Ma i beni e i poteri temporali della Chiesa devono essere intesi soltanto como servizio alla comunità umana, dove la Chiesa debe svolgere la sua opera di evangelizzazione attraverso la preghiera, i testimoni di fede, la sua presenza sacramentale, ma anche mediante l’ aiuto e il sostegno temporale. Soltanto attraverso le Missioni Pontificie arrivano ai paesi piú poveri miliardi di euro che contruiscono non soltanto alla costruzione di chiese, ma anche a promuovere la justizia sociale e la carità nei territorio piú poveri della terra, laddove né gli Stati, né gli organismo intermedi, né le NPO, né la propria Croce Rossa, riescono a paliare la situazione di miseria estrema patita dalla popolazione. E lá ci vuole un aiuto massivo proveniente proprio dalla Chiesa come portatrice di un messaggio di speranza ragionevole. Non si può -oppure é molto meno effettivo- parlare di Gesú e delle beatitudine, o degli atti di Misericordia corporali cui si riferisce Nostro Signore in Mt 27, per esempio, senza offrire a chi è estenuato dalla fame da intere settimane un pezzo di pane, acqua, e tutti i beni necessari per il suo decoroso sostegno. Proprio su questo punto, ed anche a rischio di essere malinterpretato, oggi piú che mai la Chiesa cattolica debe avere un patrimonio economico e un potere temporale e diplomatico il quale, seppur sui generis, le consenta di arrivare là dove l’ azione degli Stati e delle NGU non arrivano, e le consenta pure di mediare, como storicamente ha sempre saputo fare, nelle controversie fra gli Stati allo scopo di raggiungere fini condivisi da tutta la comunità internazionale, come la justizia, la pace, o la lotta contro la miseria. Oggi piú che mai, la Chiesa Cattolica è investita da una auctoritas e da una opinio iuris riconosciuta informalmente dalla comunitá internazionale che le può consentire una collaborazione piú efficace con le autoritá civil nel conseguimento degli obiettivi di rendere migliore il mondo. Il crollo delle ideologie e la palese menzogna sulla quale sono edificati gli Stati moderni -il potere del popolo- sono ormai noti a tutti: chi comanda sono i poteri finanziari, indipendenti dagli Stati, sottratti ai loro classici poteri «formali» e ai quali gli Stati, soprattutto quelli occidentali, di tradizione cristina, rendono colto. Sono, in parole del propio Pontefice, le «economie idolatriche» quelle che rendono il mundo. Esse sequestrano oggi sorta di potere minimamente democratico, onde per molti di noi hanno perso quella legittimità di origine proclamata dai classici e che fondava l’ autorità democratica del potere civile proprio nel contratto sociale. In questa situazione, nella quale il potere civile -comprese le Nazioni Unite e, soprattutto, le istituzioni di Bretton Woods, non avrebbe nessuna autorità -legittima, si intende- «se non fosse stata loro concessa dall’ alto» (cfr. Gn 19, 11), soltanto una instituzione como la Chiesa Cattolica, nella misura in cui esprima la sua particolare autorevolezza mondiale nel linguaggio e nelle forme dell’ autenticità, e non dell’ imposizione, una istituzione aperta al dialogo ecumenico e al dialogo con il potere civile, sia esso formalmente democratico o non democratico, una Chiesa amministratrice dei beni di questo mondo ma che non é del mondo –una Chiesa che, pur non essendo del modo, deve agire in questo mondo, perché fu in questo mondo, con tutto il suo peccato e la sua miseria, per il quale morí Nostro Signore-, non può disintendersi della sofferenza materiale della gente. Eppure, non dobbiamo confonde la Chiesa con il Regno di Dio: la Chiesa è pur sempre uno strumento, preziosissimo, attraverso la quale si manifesta l’ azione di Gesù e dello Spirito Santo, di tutta la Trinità, nel mondo, attraverso la preghiera, le opere di misericordia, e, soprattuto e in maniera fondamentale, per volontà expressa di Gesucristo, attraverso il miracolo della sua sacramentalità. A questo punto… come sostenere al contempo la neccessità di una Chiesa povera, non soltanto ni Spirito, ma anche nel materiale, e del potere temporale della Chiesa? Nella linea sostenuta da vari teologi del Novecento, con particolare sensibilità sociale, ciò è possibile se i responsabili dell’ amministrazione vaticana e di tutti gli istituti cattolici praticano il distacco tra la volontà di possedere e il fatto di possedere, nel nome dei valori che essi vogliono e devono perseguire: che la ricchezza della Chiesa Cattolica serva come strumento o come destino finale per lenire la sofferenza del prossimo, sia materiale sia spirituale. La pratica del distacco, comune a tante religioni attuali e scomparse sulla terra, è stata practicata da molte persone di buona volontà, cristiani oppure di altre religioni, i quali, non hanno semplicemente lasciato tutto a i poveri, ma si sono riservati la amministrazione anche durante anni, creando fondazioni, monti di pietà ed altri istituti benefici. Ma ad una condizione: essi hanno cambiato radicalmente il loro rapporto funzionale fra le proprie ricchezze (l’ avere) e la percezione del proprio io. Come esempio del fatto di un tale atteggiamento può essere riscontrato in altre religioni millenare, nel tardo buddismo, il ramo meno rigoristico del Buddismo scolastico, raprresentato dalla Bhagavad-Gita, non richiede la rinuncia al mondo, a se stessi e ai beni temporali -como nemmeno una tale richiesta è pienamente soddisfatta del proprio Buddha e da molti suoi autorevoli discepoli-, ma si accontenta con il mandato di trasformare  in sacrificio le proprie azioni, rinunciando ai loro frutti -che vanno cosí a beneficiare gli atri o Dio-, rompendo in questo modo la ruota karmica del pensiero indiano responsabile della schiavitú operata da noi stessi e dalla interminabile catena di azioni-conseguenze que determineranno, a sua volta, il ciclo delle reincarnazioni. Invece, sacrificando i frutti (buoni, si intende) delle proprie azioni l’ uomo si libera da una delle cause del dolore che lo lega a questo mondo, l’ ansia di possedere, e puó giungere, senza necessità di grandi processi meditativi o ascetici, alla «liberazione».

Ora, tornando al cristianesimo e alla Chiesa Cattolica, possiamo ritrovare elementi comuni di queste idee, le quali devono ovviamente essere contestualizzate, nel comportamento di grandi santi e sante della Chiesa. Mi piacerebbe avere un dialogo con Giovanni Papini su questo punto, piché egli fu molto duro sulla questione della accumulazione delle ricchezze da parte della Chiesa, ma si dichiaró anche «medievale» (cfr. La scala di Giacobbe). Tornando al punto di partenza, credo sinceramente che siamo entrati in una nuova era dal punto di vista político ed economico, ma non alla leggera o «light», como sostengono i raprresentanti dei cerchi new age, ma proprio pero la assenza di un potere civile forte che ha caratterizzato sia l’ Antichitá (l ‘ Impero), sia l’ Etá moderna e parte di quella contemporánea, al meno fino alla comparsa della cosiddetta «postmodernità». Le istituzioni piú politiche delle Nazione Unite -e con questa precisione voglio mettere a salvo da questa analisi critica le principali istituzioni della «famiglia» delle NU, quali la FAO, l’ UNESCO, l’ UNCTAD, l’ ACNUR, l’ OMS e molte altre, che svolgono una importantissima funzione di «coscienza critica» della comunità internazione- non valgono piú, rispecchiano ancora i vecchi rancori della Guerra Fredda. E accanto all’ ONU istituzioni che dovrebbero reggere con giustizia i rapporti economici e finanziari fra le Nazioni per migliorare le condizioni di vita delle persone, non fanno altro che servire gli interessi delle grandi corporazioni economiche e finanziarie multinazionali. In questo contesto internazione, l’ attività istituzionale della Chiesa Cattolica può essere efficace se si fonda sull’ apertura alla società internazionale, soprattuto ai paesi piú poveri, e tende loro la mano, como oggi ha espresso il Presidente dell’ Albania al Papa. Ma é soltanto nel Vangelo di Gesù dove la Chiesa debe ritrovare continuamente la forza che viene dall’ Alto e che le da la sua indistinguibile autorevolezza, nel senso di autenticità. E da questa Fonte senza fine la Chiesa debe saper portare, anche institucionalmente, oltre al messaggio evangelico di speranza nella nuova vita regalataci da Gesú, l’ esempio della sua prassi concreta attraverso le opere di beneficenza, protezione e rifugio. Anche facendo valere la sua riconosciuta autorità internazionale come Santa Sede, sapendo che é sempre assistita dallo Spirito Santo secondo la promessa di Gesú, e mettendo a lavorare tutte le sue forze umane, materiali, istituzionali, giuridiche, mediatrici e diplomatiche al servizio di tutti gli uomini, specialmente dei piú deboli ed emarginati della Terra. Affinché loro possano sentirsi assistiti dalla comunità di vita che è la Chiesa e, dinanzi al mondo, possano anche mettersi a rifugio, come si diceva anticamente, «in sacro», dove nessuna autorità umana né nessun potere civile oserrebbe toccarlo, perché sono i figli prediletti di Dio, coloro che sono stati rifiutati, per azione o per omissione colposa, dalla nostra società ipocrita. Come lo furono gli ebrei e gli altri  uonini, donne e bambini perseguitati dal nazismo e dal comunismo in molte Chiese, anche con l’ aiuto -oggi dimenticato- di molti paesi neutrali o non belligeranti.

Preghiamo dunque per il Papa. Affinché egli sappia gestire con umiltà, saggezza, intelligenza e lungimiranza, assistito dallo Spirito Santo, il Tesoro che gli è stato affidato da Gesú: la Santa Chiesa Cattolica. Perché sappiamo che le porte dell’ inferno non prevalebunt. Cristus vincit, Cristus regnat, Cristus imperat. Benedicat omnes gentes omnipotens Deus. Amen.

 

Madrid, a 21 settembre del 2014, Festività di San Matteo Apostolo ed Evangelista

 

Per: Dott. ric. Pablo Guérez Tricarico

Signed by.: Pablo Guérez Tricarico, PhD

 

I. H. S.

A. M. D. G.

 

La plaza San Pedro ha reforzado las medidas de seguridad.
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Who are the enemies of Pope Francis? Vatican increases security measures due to ISIS Terror. Meanwhile, the Church needs urgently a new «aggiornamento» to boost its credibility by Pablo Guérez Tricarico, PhD is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial 4.0 Internacional License.

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