Misericordia Divina, en Ti confío.

abril 27, 2014 § Deja un comentario


 

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En este Segundo Domingo de Pascual, o Domingo de la Octava de Pascua, por institución de San Juan Pablo II, que ha sido llevado hoy a los altares con su proclamación de santo para mayor Gloria de Dios, junto a su precedesor en la silla de Pedro Juan XIII, se celebra la Fiesta de la Divina Misericordia.

Esta Fiesta, que se celebra el domingo siguiente a la Pascua y, como he comentado, instituida por San Juan Pablo II, tiene su origen en las revelaciones que, privadamente, le habrían hecho Jesús y la Virgen a Sor Santa Faustina Kowalska, a quien Jesús le mandó escribir un prolijo diario. En él se describen multitud de revelaciones privadas en torno a la idea de la Misericiordia infinita, como el atributo más excelso de Dios. Jesús mandó a Santa Faustina que pintara un cuadro, que hoy es objeto de veneración en todas las Igleas.

MISERICORDIA: Se trata de una preciosa palabra, hoy para mucha gente vacía de significado, y que ha sido sustitudia por otras palabras más «políticamente correctas», como solidaridad (Fresneda Crespo, A., en conversación, 2014), la cual tiene un significado análogo, pero no igual. Misericordia tiene un significado etimológico preciso, que nace de la unión de dos términso latinos: miseria y corazón, y literalemente vendría a quivaler a dar corazón a la miseria. En el contexto regligioso y humano en el que estamos tratando, misericordia supone compadecerse del otro de, prójimo, del enfermo, del «miserable», de aquél que no tiene nada, del hambriento, del sediento, del necesitado, del preso, del imigrante, del desvalido, de la viuda y del huérfano, del discapacitado, y de una larga lista de colectivos que mi agotamiento me impide, por su gran número, mencionarlos a todos. Se trata de «Los miserables», como en la novela de Víctor Hugo, de los excluidos, de los desvaforecidos, de los marginados, de las víctimas, de los desahuciados, de los desamparados y de los parias de la Tierra. Aquellos que algún día la heredarán para siempre, porque heredarán el Reino.

Pero más allá de todo esto, la idea de misericordia -y más de una Misericordia divina-, nos remite a la idea de perdón; de perdón de los pecados, que fue para lo que Él vino, para con que Su muerte fuera borrado el antiguo pecado de Adán y todos los pecados de toda la Humanidad, y para que con su Resurreción nos diera vida eterna, haciéndonos a nosotros Hijos de Dios, y partícipes de Su natulaza y vida divinas. La salvación es para todos: pero sobre todo, para los más miserables, ya se trate, como explicaba el papa Francisco en el mensaje para la Cuaresma de este año, de miseria materia, espitual o moral, siendo estas últimas las miserias más miserables. Pero el Misterio inefable de la Divina Misericordia, que nace del Amor prefecto de Dios, no conoce límites. Incluso el pecador más empedernido a los ojos del mundo puede abrirse a la Divina Misericordia, tantas veces que, estando bien dispuesto, la pida. Basta un punto, como diría el Tenorio, para salvarnos y obtener esa gracia inefable que es la Misericordia Divina. Es más, de Santa Faustina, el Magistero de la Iglesia, Dios da a todas las personas agonizantes, aun sin fuerzas, un momento de lucidez antes de la muerte en el que pueden impetrar Su misericordia. Y, misteriosamente, afirma Santa Faustina, muchas almas se han salvado así, muchas veces ayudadas por la oración de intercesión de otras almas, de los Santos y, de un modo especialísimo, de la Santísima Virgen María, Madre de Dios. Es un mensaje de esperanza para toda la Humanidad. Su muerte de la falta más leve al pecado más horrendo. No hay nada que Dios no pueda perdona, pues, como reza el Salmo 135. Su cólera dura un segundo. Pero Su Misericordia es para siempre. Con tal de que nosotros nos fiémos de él, le abramos en corazón y, arrepentidos de nuestros pecados, nos propongamos, con la ayuda de Su Divina Gracia, nunca más pecar. Y ello, tantas veces cuando haga falta, porque Dios perdona, como dice en Su Evagelio, setenta veces siete. Es decir, Dios perdona siempre y, al mismo tiempo, en el Sacramento de la Reconcilación, derrama, según el Diario de Santa Faustina, un torrente de gracias.

Seamos, pues, un torrente de Misericordia como los demás, pues, los hemos recibido la Misericordia de Dios no se la puede guardar para sí, sino que la tiene que ir derramando por el mundo, allá donde esté, a veces con pequeñas obras que quizá no sean tan pequeñas: un gesto amable, una palabra de consuelo, una visita a un enfermo, un pequeño sacfrificio para agradar a los demás, un comportamiento amable con alquien que no nos cae muy bien o que incluso nos tenga como enemigo, un comportamiento y una actitud empática y compasiva, no juzgadora para con los demás, en la idea de «aborrece el pecado, pero compadece al pecador»», de la misma manera que hizo Jesucristo, amándonos con un corazón divino, pero también humano. Pidámosle al Señor que, los que hemos conocido la paz que da nuestra justificación ante el Padre por Su Misericordia, nos sintamos siempre confortados por ella, especialmente en los períodos de mayor prueba y tribulación, y que vayamos por el mundo siendo personas misericordiosas, derramando Misericordial por donde quiera que los Caminos del Señor nos lleven.

A continuación es dejo con un enlace de Yuotube con la coronilla o rosario de la Divina Misericordia cantado:

Y, para quien quiera seguir leyendo, con las letanías a la Divina Misericordia, tomadas de la página de Satna Faustina y que conviene rezar tras el rosario o la coronilla, a las que pueden añadirse, como yo he hecho, algunas letanías de los Santos que vivieron o se sintieron unidos especialmente a la Divina Misericordia, y que no me he resistido a incorporar en este blog, pues son, al humilde juicio de este fiel de la Iglesia, unas de las letanías más preciosas del Devocionario Romano. Que las disfrutéis. Paz y Misericordia para todos.

Pablo Guérez Tricarico

 

Letanías a la Divina Misericordia

Señor, ten piedad de nosotros.

Cristo, ten piedad de nosotros.

Señor, ten piedad de nosotros.

Jesucristo, óyenos.

Jesucristo, escúchanos.

Dios Padre Celestial, ten piedad de nosotros.

Dios Hijo, Redentor del mundo, ten piedad de nosotros.

Dios Espíritu Santo, ten piedad de nosotros.

Santísima Trinidad que eres un solo Dios verdadero, ten piedad de nosotros.

Después de cada invocación se dice:   «En ti confío»                        

(Diario, 949):

1.  «Misericordia Divina, que brota del seno del Padre.

2.  Misericordia Divina, supremo atributo de Dios.

3.  Misericordia Divina, misterio incomprensible.

4.  Misericordia Divina, fuente que brota del misterio de la Santísima Trinidad.

5.  Misericordia Divina, insondable para todo entendimiento humano o angélico.

6.  Misericordia Divina, de donde brotan toda vida y felicidad.

7.  Misericordia Divina, más sublime que los cielos.

8.  Misericordia Divina, fuente de milagros y maravillas.

9.  Misericordia Divina, que abarca todo el universo.

10.  Misericordia Divina, que baja al mundo en la Persona del Verbo Encarnado.

11.  Misericordia Divina, que manó de la herida abierta del Corazón de Jesús.

12.  Misericordia Divina, encerrada en el Corazón de Jesús para nosotros y especialmente para los pecadores.

13.  Misericordia Divina, impenetrable en la institución de la Sagrada Hostia.

14.  Misericordia Divina, en la institución de la Santa Iglesia.

15.  Misericordia Divina, en el sacramento del Santo Bautismo.

16.  Misericordia Divina, en nuestra justificación por Jesucristo.

17.  Misericordia Divina, que nos acompaña durante toda la vida.

18.  Misericordia Divina, que nos abraza especialmente a la hora de la muerte.

19.  Misericordia Divina, que nos otorga la vida inmortal.

20.  Misericordia Divina, que nos acompaña en cada momento de nuestra vida.

21.  Misericordia Divina, que nos protege del fuego infernal.

22.  Misericordia Divina, en la conversión de los pecadores empedernidos.

23.  Misericordia Divina, asombro para los ángeles, incomprensible para los Santos.

24. Misericordia Divina, insondable en todos los misterios de Dios.

25.  Misericordia Divina, que nos rescata de toda miseria.

26.  Misericordia Divina, fuente de nuestra felicidad y deleite.

27.  Misericordia Divina, que de la nada nos llamó a la existencia.

28.  Misericordia Divina, que abarca todas las obras de sus manos.

29.  Misericordia Divina, corona de todas las obras de Dios.

30.  Misericordia Divina, en la que estamos todos sumergidos.

31.  Misericordia Divina, dulce consuelo para los corazones angustiados.

32.  Misericordia Divina, única esperanza de las almas desesperadas.

33.  Misericordia Divina, remanso de corazones, paz ante el temor.

34.  Misericordia Divina, gozo y éxtasis de las almas santas.

35.  Misericordia Divina, que infunde esperanza, perdida ya toda esperanza».

                                                                                                                        (Diario, 949).

Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo.                          

Perdónanos, Señor.

Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo.                          

Escúchanos, Señor.

Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo.

Ten piedad de nosotros

Santa María, Madre de Dios,

Ruega por nosotros

Santa María Magdalena,

Ruega por nosotros,

Santos Pedro y Pablo, apóstoles de Cristo,

Rogad por nosotros

Santos Arcángeles San Miguel, San Gabriel y San Rafael,

Rogad por nosotros

Santos Ángeles Custodios,

Rogad por nosotros

Santa Catalina de Siena, Doctora de la Iglesia,

Rogad por nosotros

San Judas Tadeo, apóstol de Cristo y abogado de las causas desesperadas,

Ruega por nosotros

San Agustín, Doctor de la Iglesia,

Ruega por nosotros

San Juan María Vianney, pastor de almas,

Ruega por nosotros

Santa Faustina Kowalska,

Ruega por nosotros

San Juan XXXIII,

Ruega por nosotros

San Juan Pablo II,

Ruega por nosotros.

V.  Las Misericordias de Dios son más grandes que todas sus obras.

R.  Por eso cantaré las Misericordias de Dios para siempre.

Por último , es conveniente rezar una Salve a la Virgen, Madre de  Misericordia

ORACIÓN

«Oh Dios Eterno, en quien la misericordia es infinita y el tesoro de compasión inagotable, vuelve a nosotros Tu mirada bondadosa y aumenta Tu misericordia en nosotros, para que en momentos difíciles no nos desesperemos ni nos desalentemos, sino que, con gran confianza, nos sometamos a Tu santa voluntad, que es el Amor y la Misericordia Mismos. Amén» (Diario, 950).

 

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